Su bajo perfil y timidez hicieron que hasta último momento Aldo Néstor “El Gitano” Piquet se resista a relatar los pormenores de su vida que, hasta ahora, lo vio vestirse de aviador, de criador de ranas y codornices, de jugador de fútbol y restaurador de autos antiguos, entre otras ocupaciones. Mates mediante, lo convencimos…
Segundo de cuatro hermanos, nació en Gilbert, su familia vivió en Holt y Parera hasta que desembarcó en Gualeguaychú, cuando tenía apenas 8 años: “Éramos una familia muy pobre, por eso no podíamos estudiar. Un día nos agarró mi mamá y nos dijo a mí y a uno de mis hermanos que a los dos no nos iban a poder costear los estudios, así que mi hermano se dedicó a estudiar y yo empecé a trabajar en una panadería”.
Además de la pasión por los autos es aviador ¿De dónde viene eso?
Hice el servicio militar en Córdoba, en la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, donde tenía un amigo que era paracaidista; el me enseñó a armar el paracaídas y me llevaba en el avión. Mientras se tiraba con uno yo le iba armando el otro, quería batir un récord… Después ya me empezó a llevar en la cabina y fui aprendiendo cómo venía la cosa. Era en el año ’54, cuando empezaban a armarse los quilombos contra Perón, en el ’55 estalló Córdoba, pero para el golpe yo ya estaba de baja en el servicio militar. Cuando volví a Gualeguaychú empecé a trabajar con los aviones. En ese entonces no había caminos, no tenías comunicación, no tenías nada. La gente viajaba o mandaba cosas al campo en el avión. Si te tenían confianza te decían ‘tomá, haceme la gauchada, llevame todas estas vacunas y volvete’. Después, cuando ya me tenían más confianza, aparte de trabajar en el Aeroclub lo hacía en forma particular. Durante más de seis años volé y tuve que dejar de hacerlo porque en el año ’81 se me boleó un caballo. Le había dado un cólico, lo dejé en el campo y se salvó. Un día fuimos con mi hija a agarrarlo, se empacó y me cagó a golpes: me fracturó el sacro, la pelvis y el coxis, estuve seis meses postrado. Ahí tuve que dejar de volar. Era mi pasión: quería ser piloto comercial, pero tuve ese accidente. En esa época no era tan caro hacer el curso porque se necesitaban pilotos, entonces daban facilidades para pagarlo”.
De los aviones pasó al fútbol y a los autos, sus otras pasiones…
Sí, cuando me vine de Córdoba empecé a trabajar en la Cooperativa Eléctrica que en ese momento era la Usina Eléctrica y jugaba al fútbol en Black River en la época de oro del fútbol, cuando estaba Central Entrerriano, Independiente, Defensores, Juventud y Racing, que tenía la cancha donde hoy está la del Rojinegro.
¿Trabajó mucho tiempo en la Cooperativa Eléctrica?
Fueron 26 años (de 1955 a 1981) hasta que me jubilé y ahí aproveché mi vida al máximo: empecé a comprar autos viejos, traje como 15 del Uruguay, algunos los restauraba y los revendía en Buenos Aires.
Ya tenía experiencia con los autos…
Sí, porque cuando me casé vivía al lado del taller del Perro Farabello en Calle Del Valle. Yo le hacía los auxilios para darle una mano, y una vez compró un auto y me lo regaló. Me dijo: ‘tenés el taller, armalo y los repuestos que te falten yo te lo voy a conseguir’. Me compensó mi trabajo regalándome el que fue mi primer auto, tenía 26 años. Fue el primero que armé, después no paré más.
Los autos viejos tienen una chapa gruesa que te da lugar a trabajar bien. Antes no existía la masilla plástica, trabajábamos con soplete y estaño. Casi la mitad de mi vida me la pasé rasqueteando algún auto viejo. Me hace feliz, tanto como verlos funcionar, por eso hace más de 20 años que presto algún de ellos para el Desfile de Carrozas. Los manejo yo porque hay que parar a cada ratito y hay que saber hacerlo.
Así anduve después de la jubilación. Pero también trabajé en el campo criando pollos en Urdinarrain, salía de la Cooperativa, comía una manzana y me iba para el campo todos los días; tuve un taller de cromado, criaderos de ranas, de codornices y de chanchos; tuve frutillas… En fin, de todo un poco hice y sigo haciendo porque si te quedás quieto a los 80 años te morís.
Julita Noir