Oriundo de Granada de Nicaragua, perteneciente al Reino de Guatemala, Tomás de Rocamora precedió con su pensamiento y su acción a quienes años después concretaron la realidad entrerriana en forma definitiva.
La región de Entre Ríos, antes de la llegada de Rocamora, abandonada como estaba, no despertaba interés de las autoridades, pero sí de aquéllos que conocían su potencial riqueza por tener excelentes tierras y estar asentada geográficamente en una ubicación privilegiada.
Aunque hacia mediados del siglo XVIII el problema de los pueblos originarios ya había desaparecido, los montes tupidos que aún seguían siendo salvajes, presentaba un serio inconveniente para los pocos habitantes que se encontraban diseminados en su territorio, quienes eran atacados por malhechores que, perseguidos por la justicia, aprovechaban estos lugares para su refugio.
El año 1779 podría fijarse como el inicio de un proceso que sacaría a la provincia de su estancamiento al que había sido sometida por su dependencia de Santa Fe. Ese año es nombrado Obispo de Buenos Aires, Fray Sebastián Malvar y Pinto, quien antes de ocupar su sede visitó a los pobladores del sur de la provincia y la Bajada del Paraná. El flamante obispo mostró gran interés por aliviar la situación de la población. Para ello proveyó a la fundación de Parroquias en lugares que estimó conveniente.
Como fruto de su acción, el Virrey Vértiz creó las Parroquias de Gualeguay, Arroyo de la China y Gualeguaychú. La presencia de Rocamora en estos parajes se debió a un conflicto suscitado en la parroquia de Gualeguay entre los pobladores, debido al traslado de la Capilla, ordenado por su párroco, el Pbro. Fernando Quiroga y Taboada. Enterado el Virrey de esta situación firma un decreto en febrero de 1782 designando a Tomás de Rocamora como Comisionado, quien hasta ese momento se desempeñaba como Ayudante Mayor de Dragones de Montevideo.
No hay dudas de que el Virrey vio en Rocamora a la persona más indicada para llevar a cabo esta misión por su capacidad y equidad. Con los aciertos de sus actos logró establecer con firmeza su autoridad.
Al arribar a estas tierras pudo comprobar la situación de los pobladores sometidos a dos administraciones que compartían la región: Buenos Aires y Santa Fe.
Recorrió el desamparado territorio con el fin de conocerlo y contribuir, con soluciones equitativas, para mejorar la situación de emergencia de muchas familias amenazadas de desalojo por los grandes terratenientes que argumentaban ser los verdaderos dueños.
El 4 de noviembre de 1782, el Virrey le encargaba la erección de villas en los cinco partidos: Gualeguay, Arroyo de la China, Gualeguaychú, Nogoyá y La Bajada.
El 19 de marzo de 1783, Rocamora dejaba establecida la Villa de Gualeguay, eligiendo los miembros del Ayuntamiento, distribuyendo los terrenos entre los vecinos. La fundación se hizo bajo la advocación de San Antonio, nombre que llevará luego la villa y que sustituyó al de San Sebastián que llevaba la Parroquia impuesto por su párroco Quiroga y Taboada.
Una vez finalizada esta creación, Rocamora marchó de inmediato hacia el Arroyo de la China, sobre la ribera del río Uruguay, con el fin de fundar allí una villa donde ya estaba establecida la Parroquia. Para ello eligió un terreno que creyó conveniente con el consentimiento de los pobladores.
A principios de junio, los vecinos trabajaron junto a Rocamora para dejar en condiciones el terreno situado al norte del Arroyo de la China, a una distancia aproximada de media legua de la Capilla existente.
El 25 de junio, una vez finalizados los trabajos, se distribuyeron los lotes y se eligieron los Regidores y el Alcalde. Rocamora indicó que el pueblo llevara el nombre Concepción del Uruguay, designando como su Patrona la Purísima Concepción. Hacia fines de septiembre se trasladó a Gualeguaychú con el objeto de dejar sentada otra villa: Gualeguaychú.
Fundación de Gualeguaychú
En las proximidades de la desembocadura del río Gualeguaychú existía desde 1774 un pequeño templo bajo la advocación de San José. Estaba ubicado en los campos de Agustín Wright, quien estaba tramitando el desalojo de los habitantes del lugar.
A principios de octubre de 1783 llegó el Comandante Rocamora y convocó a los vecinos para elegir el lugar más adecuado para fundar la nueva villa. Decidieron que el más apropiado era una vasta cuchilla que terminaba a 80 varas (66 metros) del río Gualeguaychú.
Rocamora le escribió al Virrey Vértiz: “El terreno, distante de la antigua capilla poco más de una legua, es muy agradable. Descubre el Río y una Isla que forma a la derecha de la Villa le hace más graciosa la vista. Por esta parte hay Playa y por la izquierda se arrima la canal a tierra, de suerte que desde las carretas se puede cargar y descargar las Lanchas. Establecido por aquí el paso de este Río, tiene más bella salida y excusa dos leguas de mal bañado, que era preciso caminar del otro margen, por el antiguo Paso”.
Los habitantes se pusieron a trabajar con los escasos recursos y herramientas con que contaban y en un par de semanas el terreno estuvo limpio y delineadas sus manzanas y calles. El 18 de octubre de 1783 Rocamora suscribió el acta de fundación, procediendo al reparto de 85 solares y presidió el acto de elección de las autoridades del Cabildo fundador.
El Alcalde del Primer Cabildo fue Esteban García y como Regidores lo secundaban Agustín José de León, Eusebio Galeano, Carlos Ximénez y Salvador González. Rocamora le informaba al Virrey: «Siendo la Virgen del Rosario la Patrona de la Capilla y San José copatrono, podría reservarse y quedar San José de Gualeguaychú para nombre y tutela de la Villa, ya que la Virgen del Rosario es también la Patrona de Paraná».
La población se componía mayoritariamente por las 23 familias que había traído don Justo Esteban García de Zúñiga desde Paraná para reemplazar a las que había expulsado de sus tierras y que se radicaron en la recién fundada Concepción del Uruguay. Eran muchas las obras que se debían hacer en la nueva Villa de Gualeguaychú; Rocamora le pidió al Virrey que eximiera de impuestos a los habitantes «para no agravar a la población, muy pobre y recién llegada».
Rocamora quería construir una iglesia de cuarenta a cuarenta y cinco varas de largo (35 metros) y un cementerio de treinta y cinco a cuarenta varas (30 metros). Al lado de la iglesia proponía construir un hospital para 12 enfermos; una escuela con bancos, mesa y con un cuarto de cocina para el primer maestro; la casa para el Cabildo que debía ser «de buen material y decente vista»; una cárcel y algunos caminos y puentes.
Con exceptuar a la población del tercio que correspondía al Rey no alcanzaba. Para completar la financiación de esta obra pública, Rocamora le solicitó al Virrey «dos faenas de cuero con cincuentas hombres cada una y por dos años de duración». Esto disgustó a los terratenientes, porque no podían tolerar que cien hombres anduvieran cazando a sus vacas para vender los cueros. Durante los dos siglos y medio de colonización española, las cuchillas entrerrianas se habían llenado de ganado vacuno cimarrón, chúcaro y silvestre, que crecía y se reproducía naturalmente, sin ningún esfuerzo ni trabajo del hombre. Este ganado, legalmente era propiedad del dueño de la tierra.