Ya pasaron poco más de 78 años de aquel 2 de julio de 1941 cuando en la localidad de Irazusta nacía un niño, hijo de padres muy humildes, peones en la estancia “La Loma” de Colonia Las Flores, en el sur entrerriano. Allí, Eduardo Aubert vivió sus primeros años hasta que un día su familia decidió trasladarse a Britos donde concurrió a la escuela primaria Chacabuco. Así comenzó la historia de un jovencito que soñaba con convertirse en aviador y miraba constantemente las nubes… ya a esa edad decía que eran sus amigas.
Hoy, muchos años después, a Eduardo, quien concretó su sueño de ser aviador profesional y conseguir su título de meteorólogo nacional, aún se le inundan los ojos de lágrimas al recordar esos momentos…
¿Cómo fue su juventud?
Fue difícil, dura, al ritmo de la economía, trabajé desde muy chico. A los 13 años empecé en la lechería “La Vaquita” como ordeñador y haciendo trabajos de campo. Ya en Urdinarrain, algún tiempo después, se me ocurrió hacer publicidad rodante en la calle: armé dos bocinas que colocaba arriba de un auto y salía por el pueblo. En esos tiempos no había radios. Además, hacía de la voz del estadio en el club Deportivo Urdinarrain, le ponía mucha furia y garra, me lo había tomado muy en serio, porque a mí me parecía que estaba trasmitiendo los partidos. Los árbitros me retaban porque el rival que iba perdiendo se enojaba cuando gritaba los goles. Me gustaba mucho hablar y les ponía apodos a los que jugaban, por ejemplo “Muñeco” Boullon o “Tacita” Fallet; hasta el día de hoy les quedó el apodo. Era muy fervoroso a la hora de dar las formaciones. Cuando se jugaba el clásico se ponía picante la cosa: me llegaron a cortar los cables y hasta me cascotearon la cabina. Se notaba que era de Deportivo, pero siempre respeté mucho a Juventud.
¿Y su amor por la aviación cuándo comenzó?
Desde muy chico me gustaba y era uno de mis sueños y lo logré: iba en moto a hacer un curso al aeropuerto de Concepción del Uruguay, mientras trabajaba en una estación de servicio, pero a mí me gustaba la aviación y pude aprobar el curso y comencé a perfeccionarme llegando a ser piloto remolcador. Es mi pasión, aunque me ha frenado un poco la parte económica. Me recibí de piloto de avión a los 29 años y realicé muchos vuelos. Además, estuve en muchos festivales aéreos… pero mi verdadero sueño era ser piloto de línea y atravesar los mares en esos grandes aparatos.
No conforme con eso también fue tras su otra pasión: la meteorología…
Sí, también es algo que me apasiona. Mi madre siempre me decía: ¿Por qué vivís mirando las nubes? Y yo le contestaba que me encantaba hacerlo y que las nubes eran mis mejores amigas. Recortaba diarios con artículos meteorológicos y hacía carpetas y las estudiaba… Logré que me dieran un curso a distancia del Servicio Meteorológico Nacional. Ya era grande cuando me recibí, me costó años conseguir el título, por eso siempre le digo a los chicos que hay que ser persistente cuando uno desea algo. Fue así que luego hablé con el Intendente (Héctor) Altinier, le pedí si me podían adelantar dinero y que me lo descuenten del sueldo porque quería comprar una estación meteorológica. Su respuesta fue que sí, pero que la iba a comprar el Municipio. Así nació la Estación Agrometeorológica Municipal Urdinarrain que hoy ya tiene 24 años.
Y hoy le dedica todo su tiempo…
Totalmente, por eso siento tronar y aunque sea de madrugada me levanto y me vengo para la estación. Necesito saber qué está sucediendo. Si hay tormenta, tengo que estar con mis instrumentos y por más que intente dormir no puedo porque me pongo nervioso sabiendo que es acá (la estación) donde tengo que estar y aportar datos para todo aquel que necesite saber sobre el comportamiento del clima.
Juan Fernández