Periodista, productora, conductora, actriz y cantante, en todas esas facetas se destacó. Dos biografías (escritas por Hinde Pomeraniec y Ricardo Horvath), un largometraje documental (Blackie, una vida en blanco y negro, de Alberto Ponce) e innumerables testimonios de amigos, compañeros de trabajo y estudiosos de la cultura mantienen hasta hoy vivo el legado de una figura que supo ser clásica y moderna como pocas.
Paloma Efron, más conocida como Blakie, nació el 6 de diciembre de 1912 en Lucienville, una colonia judía de Basavilbaso. Proveniente de una familia numerosa, fue la menor de cinco hermanos. Sus padres, de vasta formación cultural, propiciaron un ámbito de crecimiento intelectual y artístico que le permitió aprender a leer, a escribir, a tocar el piano y a cantar a muy corta edad.
A los cinco años, la familia se mudó a Buenos Aires. Al terminar sus estudios, comenzó a trabajar como bibliotecaria en el Instituto Cultural Argentino Norteamericano. Si bien no pudo finalizar su educación superior por tener que cuidar a su madre enferma, aprendió diferentes idiomas, como inglés, francés, portugués, italiano, alemán y hebreo.
En 1934, con 21 años, se presentó a un concurso de canto organizado por Jabón Federal y lo ganó con su interpretación de un clásico de jazz, Stormy Weather. Con este premio, adquirió, además, el apodo “Blackie”, por su cabellera negra. Entonces, comenzó su carrera de cantante de jazz. Apoyada por su familia, viajó a los Estados Unidos para conocer con mayor profundidad la cultura afroamericana. Blackie contó con la aprobación de su padre para dedicarse al espectáculo con el argumento, que el mismo sostenía, de la independencia económica como recurso de libertad para las personas. Y así contaba la anécdota del señor Efrón, quien, al aceptar la elección profesional de su hija, le dijo: Usted es una mistificadora: está cantando la música de un pueblo que no conoce. Vaya y vea por usted misma.
En su estadía de unos cuatro años en los Estados Unidos, estudió Antropología en la Universidad de Columbia y recorrió ese país. Junto a su hermano, quien estudiaba en la misma Universidad, entró en contacto con los ámbitos intelectuales y artísticos que surgieron luego de la crisis de 1929. Allí conoció a grandes referentes del jazz, como Louis Armstrong, Duke Ellington, Count Basie y Ella Fitzgerald.
Al volver a la Argentina, siguió con su carrera artística y compartió teatro con Pepe Arias en la Revista del Maipo. Allí conoció a Carlos Olivari, periodista y guionista de teatro, quien fue su esposo durante diez años. El tiempo que compartieron como matrimonio fue el de mayor crecimiento profesional para Blackie. Se dedicó a la actuación en teatro y en cine, y fue productora y representante de la dupla Olivari-Pondal Ríos, responsables de los guiones de destacadas películas, como, por ejemplo, Los martes, orquídeas.
Inauguró su carrera televisiva a lo grande, al participar como cantante en el programa Tropicana. A partir de entonces, fue una figura indispensable de la pantalla chica argentina. Estimulada por su esposo, comenzó a escribir sus relatos de viajes y, así, fue involucrándose en el ámbito periodístico, tanto de la televisión como de la radio.
En poco tiempo, Blackie perdió a sus padres y a Carlos Olivari, de quien se había separado recientemente. Esta circunstancia la llevó a abocarse de lleno al trabajo, y se convirtió primero en productora y, luego, en Directora General del Canal 7. Impulsó las carreras de importantes figuras, como Tato Bores, María Herminia Avellaneda, Los Huanca Huá (grupo folclórico), Roberto Galán, Marikena Monti, y de muchos más.
Falleció el 3 de septiembre de 1977, a los 64 años. En conmemoración de la fecha de su nacimiento, el 6 de diciembre, se celebra el Día del Productor de Radio y Televisión.