Refresca el aire en el pago, se siente olor a hogar a leña en las calles, sabores característicos despiertan en las casas. La torta frita, pasteles, busequita o locro, mazamorra los más osados. Niños que juegan a ser caballeros o vendedores, en homenaje a los personajes de la Colonia, con sus costumbres, con sus atuendos… Se despierta alguna rayuela, muñequitas de trapo, juegos de ronda y un grito de ¡Libertad! se hace presente al recordar aquel 25 de mayo de 1810 que impulsaba una Patria naciente.
Y cuando uno se siente feliz baila; y cuando baila el alma siente un vuelo de libertad tan grande que pocas cosas pueden igualarlo. ¿Cómo pensar aquel día sin imaginarnos bailando locos de alegría? Pero en aquel entonces, pocas eran las danzas criollas de auge, para evocar la fecha es preciso indagar en la historia de cada una.
Para 1810, las danzas que se bailaban en los salones eran herencias europeas que poco a poco se arraigaban y luego iban dando nuevas formas en su práctica (adoptadas y adaptadas por el campo). La Contradanza, el Minué y el Vals, entre otras, son algunas de las que podemos mencionar.
En nuestro territorio (lo que hoy conocemos como Argentina) para esa fecha se bailaban de forma acriollada y popular el Gato, el Cielito, el Pericón (en su formato antiguo, aún sin pañuelos que engalanaran un Pabellón Nacional hasta entonces inexistente) y el Malambo. Todas ellas fueron el resultado de la imitación espontánea, adaptación y apropiación por parte de los campesinos y grupos sociales de menores recursos que vivían cercanos a la ciudad, donde también estaban los mulatos, quienes deleitaban con su Candombe.
Y nuestra actual Entre Ríos no quedaba afuera de esto. Este suceso histórico mencionado, fue un gran impulso al movimiento emancipador que buscaba desprenderse por completo de la corona de España. Así es que este fervoroso deseo de identidad promovió la práctica y difusión de estas expresiones artísticas que nos representaban y aún hoy día siguen brindándonos la misma alegría de sentirnos argentinos al practicarlas. En un mundo que segundo a segundo se renueva y avanza en cuestiones de comunicación y tecnología, donde negarlas sería entrar en un equívoco camino, a través de ellas siento el orgullo de expresar que defender y disfrutar de nuestras tradiciones es ser partícipes de un pasado con presente, que nos caracteriza, nos forja y nos la da identidad que hoy con orgullo decimos: ser argentinos.
Soledad Garrigue
Licenciada en Folklore y Directora de Arte Crisol (Caseros)