Sorprendente hallazgo paleontológico en Gualeguaychú

Ricardo Brelli y su papá Pedro supieron inmediatamente que no se trataba ni de los huesos de un caballo, ni de los de una vaca, ni de los de un chancho. Nunca habían visto algo semejante. El pozo estaba ya casi listo, tantos días de trabajo y el esfuerzo de haber podido comprar todos los materiales necesarios para concretar el baño, habían valido la pena; sin embargo, ante la rareza de lo hallado, decidieron dar aviso. ¿A quién?, a otro hijo y a otro padre: Tomás y Raúl Almeida, quienes tienen a cargo el prestigioso Museo de Arqueología y Ciencias Naturales Manuel Almeida, en Gualeguaychú.

Los Almeida fueron quienes se contactaron con los paleontólogos de la región, no sin antes aventurarse a ponerle nombre a lo que veían. Según sus conocimientos, la pata que descubrió Brelli removiendo cuidadosamente la tierra correspondía a la de un tigre dientes de sable, mientras que la mandíbula encontrada justo entre las garras delanteras del tigre, serían las de un perezoso gigante, un celidoterio, que científicamente se denomina “scelidotherium”.

Al día de hoy, luego de que los paleontólogos trabajaran en el lugar y extrajeran los huesos, esa sigue siendo la hipótesis más firme. Lo sorprendente es que en el ingreso del museo Almeida, ubicado sobre la calle 25 de Mayo, entre Mitre y 3 de Febrero, se encuentra representada mediante réplicas la escena del ataque de una tigre dientes de sable a un celidoterio, es decir, la misma situación que podría haber tenido lugar en Sarandí hace al menos 10.000 años.

Los Brelli, si bien han vivido días fuera de lo común, con su obra frenada, investigadores en su casa y periodistas llamándolos a toda hora, consideran que el hallazgo “es una bendición de Dios”.

Una sorpresa tras otra
Brenda Ferrero es investigadora de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina). Pertenece al laboratorio de Paleontología de vertebrados del centro de investigaciones de Diamante. Brenda aseguró que en el pozo de la familia Brelli “hay más de un animal” y que “al menos son dos: un tigre dientes de sable y un perezoso”. Detalló que “la pata del tigre está articulada y además encontramos algunos huesos pequeños desarticulados que pueden ser de otra pata o de otra parte del animal”.

Que la pata del tigre esté articulada es sumamente interesante. Nicolás Chimento, becario posdoctoral de CONICET en el museo Bernardino Rivadavia, de Capital Federal, explicó que como paleontólogos “estamos acostumbrados a encontrar huesos no asociados, es raro encontrarlos con la articulación natural. Por otro lado, vemos que hay huesos fuera del esqueleto, y eso puede deberse a que después de muerto, el tigre pudo haber sido agarrado por otro animal. Como hallazgo tal vez no sorprendió, pero lo que es muy extraordinario es que esté articulado”.

En relación a los huesos del perezoso, Nicolás Chimento señaló que “si podemos determinar que los dos fósiles provienen de la misma capa tendríamos al depredador y a su presa en el mismo momento. Entonces no solo estaríamos ante la suerte de encontrar un ejemplar articulado sino de encontrar a un depredador y a su presa en el mismo lugar”. A esto, Brenda Ferrero agregó que también existe la posibilidad, mediante estudios, de encontrar en los huesos del perezoso marcas que indiquen que fue atacado “y eso ya sería muchísimo”.

Tanto el tigre dientes de sable, como el celidoterio, son especies de la megafauna, “no sabemos con certeza la edad, pero como mínimo 10 mil años, porque a partir de ahí se extingue la megafauna de América del sur, pero pueden ser 30 mil, 40 mil…”.

Intercambio faunístico americano
Hace unos 3.000.000 de años, en el Plioceno, se unió América del Norte con América del Sur a través de istmo de Panamá culminando así un largo período de aislamiento de la fauna sudamericana. Fue entonces cuando se originó el gran intercambio faunístico americano. Mastodontes, tigres dientes de sable, osos, caballos, ciervos, tapires, guanacos, pecaríes, zorros y otros mamíferos arribaron a América del Sur provenientes del Hemisferio norte. De igual modo, perezosos, gliptodontes, mulitas y comadrejas, ingresaron a América del Norte provenientes del hemisferio sur.

El tigre dientes de sable
Era un felino de talla similar al león actual, aunque de diferentes proporciones corporales. Sus extremidades eran más cortas y robustas, su rabo corto y su cuello más largo. Su peso era de aproximadamente 400 kilos. Sus caninos superiores sobresalían más de 15 centímetros y su mandíbula se abría en unos 12 grados. Según los estudios realizados sobre los hioides (huesos que sostienen la lengua) es posible que rugiera como un león actual.

En 1842, Peter Lund descubrió sus restos fósiles en unas cavernas de Brasil, los cuales asignó al género Smilodon. Dos años más tarde, Francisco Javier Muñiz, primer paleontólogo argentino, encontró en las proximidades de Luján un esqueleto casi completo. Dicho hallazgo fue dado a conocer el 9 de octubre de 1845 en la Gaceta Mercantil. Desconociendo que Lund ya lo había nombrado, Muñiz lo designó Muñifelis bonaeriensis.

Scelidotherium
Es un género extinto de perezosos gigantes del Pleistoceno Inferior. Las primeras descripciones fueron realizadas por Charles Darwin en Bahía Blanca, en su viaje del Beagle.​ Basado en cráneos, vértebras y costillas, Richard Owen lo dedujo como un animal pesado de marcha lenta. Poseía una cabeza relativamente pequeña y enormes garras. Descubrimientos posteriores han logrado reconstruir por completo al animal y determinar su enorme tamaño comparable con el Mylodon.


Sabina Melchiori

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