El 10 de junio de 1829, el gobernador delegado Martín Rodríguez creó la Comandancia política y militar de la isla Soledad -la de mayor superficie de las dos islas Malvinas- y designó al frente al comerciante alemán nacionalizado argentino Luis Vernet.
El decreto establecía la continuidad histórica y jurídica de los derechos soberanos: “Habiendo entrado el gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas provincias, la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha seguido ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas, a pesar de que las circunstancias no han permitido hasta ahora dar a aquella parte del territorio de la República la atención y cuidado que su importancia exige”.
Vernet llevó adelante una activa comandancia: construyó viviendas, levantó un relevamiento topográfico, montó un saladero de pescado y carne, una curtiembre y construyó la goleta Aguila.
Casi cuatro años después de la creación de la comandancia, el jefe de la estación naval británica en América del Sur, con sede en Río de Janeiro, sir Thomas Baker, impartió la orden y el 2 de enero de 1833 se presentó en Malvinas la corbeta inglesa Clío, al mando del capitán John James Onslow.
El gobernador provisorio Pinedo se negó a arriar el pabellón argentino, pero debió rendirse y regresar con su gente a Buenos Aires. Sólo habían pasado 8 años desde la firma del tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación entre la Argentina e Inglaterra.
El 15 de enero el ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires, Maza, reclamó por el atropello ante el ministro inglés Philip Gore, pero no hubo siquiera una flemática respuesta.
Cuando el escocés Mateo Brisbane, un antiguo colaborador de Vernet, llegó a Malvinas el 3 de marzo, decidió ponerse al servicio de los ingleses. Obtuvo la confianza de los invasores y mantuvo como colaboradores a Juan Simón, un francés que trabajaba como capataz desde la época de Vernet, y al despensero de las islas, el irlandés William Dickson.
Tanto el francés como el irlandés explotaban y maltrataban a los peones: les prohibieron faenar ganado y pretendieron pagarles sus magros jornales con vales que no eran aceptados en la despensa de Dickson, la única de las islas. La situación se fue tornando desesperante para los peones, que no se quedaron con los brazos cruzados.
El gaucho Antonio Rivero, líder de la rebelión contra los ingleses
El 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión. Al frente se puso el gaucho entrerriano Antonio Rivero. Lo siguieron José María Luna, Juan Brasido, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Latorre.
En pocas horas terminaron con las vidas de Brisbane, Dickson, Simón y todos los extranjeros y enarbolaron nuevamente la bandera argentina. Así se mantuvieron por cinco meses, mientras esperaban que Buenos Aires enviara una expedición para ayudarlos, que nunca llegó.
Los que sí llegaron fueron los ingleses. Fue el 7 de enero de 1834. A bordo de la fragata Challenger, arribó el teniente Henry Smith para asumir como gobernador británico en las islas.
Rivero y sus hombres resistieron durante dos meses, hasta que fueron capturados el 18 de marzo y enviados a Londres para ser juzgados. Finalmente el tribunal de Su Majestad le encomendó al Almirantazgo que los devuelva a Montevideo, a donde llegaron a mediados de 1835.
Según el historiador José María Rosa, Antonio Rivero murió heroicamente el 20 de noviembre de 1845 enfrentando la flota anglo-francesa en el combate de la Vuelta de Obligado, que hoy se conmemora como del día de la soberanía nacional.
Fuente: Felipe Pigna (Clarín)