Flauta traversa, quena, sikus, flautín sopranino, flauta dulce contralto, flauta dulce soprano, guitarra, violín, charango, ukelele, batería y varios instrumentos de percusión como el cajón peruano, djembé, bongó, congas y accesorios como caxixis, maracas, chascas, cajitas y triángulos. Todo eso puede ser dominado por el talento, el oído musical y la destreza de Manuel Astorga, un adolescente de Gualeguaychú que no promete ser, sino que ya es un gran músico.
Como es evidente, el dominio de todos esos instrumentos no se logra en cualquier contexto. Manuel es hijo de Paulina Lemes y Facundo Astorga, dos integrantes de la ya disuelta banda “La Sincopada” que supo llegar a grandes escenarios como el de Cosquín, Baradero y Jesús María y obtener distinciones como “mejor banda de folclore en la Fiesta Nacional de la Artesanía”, en Colón, en 2004; o el premio “Revelación”, en el Festival de la Música Popular Argentina de Baradero, como dúo vocal, en 2010; o ser ganadores del Pre Cosquín 2018 en el rubro “canción inédita”, con el tema Verde Agua, entre 500 competidores.
Con ellos, su mamá y su papá, Manual integra hoy “Astorga Lemes Trío”, formación musical que le ha dado horas de ensayo, escenarios y aplausos ─lo cual también forma parte de una carrera musical─, y la dicha de haber obtenido un premio en el Concurso Nacional de música popular “Mi canción para la Madre de la Patria”, destinado a destacar, rememorar y difundir la figura de Remedios del Valle, la mujer afroargentina que fue emblema de las luchas por la independencia.
Al dominio de casi una veintena de instrumentos y accesorios, tampoco se llega de un día para el otro. Manuel empezó a tomar clases de conjuntos vocales e instrumentales de música latinoamericana en el Centro Cultural Alas cuando tenía 4 años. En esas clases ya tocaba varios instrumentos de percusión y cantaba las canciones que luego se presentarían en el Teatro Gualeguaychú en vivo, en el espectáculo de cierre anual de la academia. Entre los 6 y los 8 años tomó clases de guitarra y, desde los 10 y hasta la actualidad, percusión y batería.
Leche materna y melodías
Manuel Astorga, desde que nació, vive rodeado de instrumentos. La música siempre estuvo al alcance de sus oídos… y de sus manos. Tal es así que la primera vez que intentó generar sonido con una flauta traversa fue porque su mamá la había dejado armada sobre la mesa. Le preguntó qué botones tenía que apretar y, tras un breve y doméstico curso introductorio y un mes de ensayo, logró tocarla sin desafinar.
Su primer recuerdo relacionado a la música es de cuando tenía dos o tres años y su papá, Facundo, le puso una guitarra azul eléctrica en la falda. Ese día Manuel descubrió la textura de las cuerdas y la sensación de generar ese sonido que ya por entonces le resultaba cotidiano. También recuerda la angustia que sintió en Cosquín cuando el famoso “plato” sobre el que se arman las bandas detrás de escena para luego quedar frente al público, empezó a girar y él ─que estaba a upa de una de sus tías detrás del escenario─ perdió de vista a su mamá y a su papá.
Ya más grande, y entendiendo el valor del dinero, apenas logró juntar el monto necesario se compró un flautín porque en ese entonces solía escuchar música celta y le gustaba un instrumento en particular que sonaba de manera muy parecida al flautín. Y para su cumpleaños de 15, sus abuelos Pochi y Miguel le regalaron un violín.
Sin embargo, entre tantas opciones, tiene sus favoritas: “Los instrumentos que prefiero son los de percusión y la flauta traversa, porque son los que más he estudiado, tengo más facilidad y posibilidad de expresión. En esa familiaridad han tenido mucho que ver mis profesores Sebastián Martínez y Pablo Suárez”, contó Manuel y agregó que también le gustaría aprender a tocar el celo y el saxofón, pero es consciente de cuánto valen y de las dificultades actuales para adquirir uno.
En alguna oportunidad de su corta pero intensa carrera musical tomó clases de canto, lo cual le ha servido para hacer algunos coros en el trío que integra con sus padres, y al ser consultado sobre una posible faceta compositiva, respondió: “No he intentado componer canciones completas pero de vez en cuando realizo aportes en las armonías y arreglos para las canciones que componemos en Astorga Lemes Trío”. Finalmente, reconoció: “Para bailar soy un palo”.
Más allá de las canciones
Manuel está empezando a cursar el cuarto año del colegio secundario y sabe que dentro de poco tendrá que elegir una carrera universitaria, profesorado o tecnicatura. La música, claro está, es lo que más le gusta y ocupa la mayor cantidad de horas en sus días, pero también le apasionan la biología, la paleontología y la arqueología “estudiar el pasado de las personas”, sintetizó.
Hace gimnasia artística, le gusta leer los libros de Harry Potter y El Señor de los anillos, aprender cosas relacionadas con la naturaleza, viajar, encontrarse con amigos, jugar a las cartas con sus abuelos e ir al río. La materia del colegio que menos le gusta es inglés, sin embargo ya puede leer un pentagrama “y ese sí que es un idioma universal”, observa. Sí, en cambio, le gustaría estudiar portugués, pero el interés se despertó gracias a la música ya que durante el 2020 tuvo intenciones de participar de una clínica online sobre la teoría de la flauta con profesores que hablan portugués y se quedó con las ganas por no entender el idioma. Tampoco le gusta matemática; y lamenta que en los dos últimos años del secundario ya no tengan música dentro de la currícula.
Manuel sueña con un ámbito musical donde el techo no exista. En su ciudad, Gualeguaychú, comparte escenarios y estudios de grabación con personas que tienen más de 30, 40 o 50 años.
A poco de empezar las clases, sigue grabando canciones latinoamericanas que conforman el proyecto “Cigarra” de Astorga Lemes trío, y del que también participan con coros sus hermanos menores Tahiel y Pehuén. Además, grabó canciones infantiles en “Canto Rodado”, que pueden escucharse en YouTube y por primera vez fue contratado para participar de la grabación de un disco.
Sabina Melchiori
Foto de Rodrigo Atanes