Muchos son los hechos históricos que expresan la interacción de los gualeguaychuenses con su río, desde el pasado remoto hasta el presente, según consigna el nuevo libro de los docentes Delia Reynoso y Alejandro Guimera. El tópico es universal. Las grandes civilizaciones antiguas nacieron cerca de grandes ríos: Mesopotamia entre los ríos Tigris y Éufrates, Egipto a lo largo del Nilo, Roma en el Tíber y la India junto al Indo. Además, la mayoría de las ciudades han surgido junto a ríos importantes. En el Viejo Continente, por ejemplo, París sobre el Sena, Viena en la ribera del Danubio, Londres en el Támesis.
Desde el punto de vista particular, el tópico de la ciudad fundada por Tomás de Rocamora y el río Gualeguaychú, aunque homologable a experiencias de otras latitudes, ha carecido sin embargo de un tratamiento historiográfico sistemático.
Delia Leticia Reynoso de Ramos y Oscar Alejandro Guimera, profesores de Historia, han querido llenar este vacío, reuniendo en un solo texto un material que hasta aquí ha permanecido disperso y fragmentado. Ahí reside la originalidad del libro de su autoría, “Gualeguaychú y el río. Testimonios de una historia compartida”.
A través de páginas de excelente impresión, el lector se encontrará así con una crónica dinámica que recorre la historia de un vínculo estrecho entre el habitante local y su ecosistema más relevante. Es una recopilación de datos donde salta a la vista la omnipresencia icónica. Al respecto sobresalen las imágenes históricas, de carácter testimonial (fotos, mapas, etcétera), que refuerzan la expresión lingüística.
Con respecto a la edición, merece un párrafo aparte Carlos Costa, un gualeguaychuense que trabaja como editor y escritor en Buenos Aires, y que en este caso como en otros ha hecho de mecenas de los autores locales.
El libro que comentamos, en efecto, ha sido publicado con el apoyo de la Fundación La Balandra, que preside Costa, el cual al ponerlo en circulación ha resaltado el valor narrativo de la obra. El trabajo de Delia Reynoso y Alejandro Guimera, al concentrar su narrativa en la relación pueblo-río, logra cambiar sensiblemente nuestra representación del pasado lugareño, y acaso ésa ha sido la intención de fondo de los autores.
A medida que se recorre el escrito se cae en la cuenta del potencial de este eje interpretativo. Por lo pronto permite comprender las múltiples influencias del río en la vida de la comunidad: políticas, económicas, militares, de salud pública, culturales, entre otras.
Cuatro etapas
Los autores establecen una secuencia temporal que permite visualizar cuatro etapas de esta historia compartida, que son las siguientes:
1) Desde la fundación de la villa por Tomás de Rocamora hasta mediados del siglo XIX, en que Gualeguaychú se convirtió en ciudad.
2) Coincide con la época de oro del puerto, que se extiende hasta las décadas de 1960/1970, y se corresponde con el llamado “modelo agro exportador”.
3) Surge con el fin del aislamiento geográfico de la provincia (construcción de los puentes con Uruguay y con Buenos Aires) y la creación del Parque Industrial. En esta etapa hay una pérdida relativa de la influencia del río.
4) Período en el cual vuelve el protagonismo del río y de la zona portuaria de la mano del modelo turístico de la ciudad.
La época fundacional
Aunque los autores no se detienen específicamente en la relación aborigen-río, no obstante, hacen mención a los aportes del profesor Manuel Almeida, cuyos estudios arqueológicos han permitido reconstruir la cultura de los primitivos pobladores.
Las investigaciones etnográficas en el litoral entrerriano demuestran que en el siglo XVI habitaban esta región chanáes, guaraníes y charrúas. Estos grupos humanos tenían una estrecha dependencia con el espacio ecológico, de donde extraían los recursos para alimentase. Ahora bien, conviene tener presente que el aborigen vivía en un mundo natural virgen y en su visión cuasi panteísta se percibía como un elemento más del mismo (no separaba su yo del entorno), una concepción completamente diferente a la del hombre blanco que lo desplazó, más proclive a tener una visión utilitaria del entorno y lanzado a su transformación. En cuanto al español y su relación con el río dos cosas cabe puntualizar: 1) la decisión política de emplazar una población a su vera, 2) nombrar formalmente la nueva villa inspirándose en el curso de agua.
Los primeros pobladores hispanos, reunidos espontáneamente alrededor de una capilla, tuvieron cuidado de tener cerca agua suficiente para el consumo y para los regadíos. Cuando arribó Tomás de Rocamora ratificó la vieja premisa contenida en las Leyes de Indias de que el área privilegiada para el asentamiento humano es aquella que está cerca de una fuente de agua.
Sabemos además la razón geopolítica y militar que estuvo detrás de esta fundación: detener el avance portugués desde Brasil. De aquí emana la orden, que escribe Rocamora, de “buscar un puerto natural defendido de las tempestades y temporales”.
En cuanto al nombre de la nueva villa, hay que decir que esta operación no es inocente ni antojadiza. ¿Por qué Rocamora la llamó San José de Gualeguaychú? Es un nombre que está inspirado en la fe cristiana del español y en el rasgo distintivo de la geografía.
Gualeguaychú es un nombre de raíz guaraní (Yaguarí Guazú) cuya traducción todavía se discute. Su significado es “aguas tranquilas”, aunque según otras versiones quiere decir “río del jaguar grande”. Si es cierto que los nombres son siempre epifanías del ser, descubren el secreto de las cosas, su esencia más íntima, en la mente de Rocamora este pueblo lleva la impronta original de la fe y el río.
Ciudad-Puerto
Hacia mediados del siglo XIX, bajo la influencia urquicista, el puerto fue la llave de acceso por la cual la sociedad nativa de impronta colonial ingresó al modelo liberal, mercantil y cosmopolita.
Dos hechos de gran trascendencia, mencionados en el libro, produjeron este viraje y fueron autoría del caudillo entrerriano. El 4 de noviembre de 1851 Justo José de Urquiza, por entonces gobernador de Entre Ríos, elevó la villa al estatus de ciudad
Un año más tarde, el vencedor de Caseros proclamó la “libre navegación de los ríos”, una vieja aspiración federal de las provincias litoraleñas contra la hegemonía de la Aduana de Buenos Aires, mantenida férreamente hasta entonces por Juan Manuel de Rosas. Era lo que necesitaba el puerto local para salir del letargo en que lo sumía la política centralista porteña, que con su sistema de puerto único y clausura de los ríos interiores, de cuño colonial, condenaba al resto del país al estancamiento económico.
La medida de Urquiza marcó el comienzo de una asombrosa prosperidad para Gualeguaychú, a partir de que su puerto de cabotaje empezó a funcionar a pleno. Es el momento en que se instaura el binomio ciudad-puerto, que no sólo hace fluir riqueza sino que “europeíza” a la sociedad nativa, con el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Continente.
El período está marcado por el ingreso de la Argentina al modelo agro-exportador y por el cambio sociológico del país. Gualeguaychú, así, muta sustancialmente en este marco. Los autores destacan a la historiadora Elsa Beatriz Bachini, quien habla de la “época dorada del puerto” y de la emergencia de un nuevo tipo humano hegemónico vinculado a la inmigración. Esos viajeros que vienen en busca de oportunidades, llegan mayoritariamente desde Europa, y arriban a estas costas en los barcos, trayendo sus culturas, sus industrias y sus artes.
Una inyección de mano de obra calificada que dinamizó la economía doméstica, agrandándola y haciéndola más sofisticada. Es decir, el río fue la puerta de entrada de Gualeguaychú a la civilización industrial, como querían Sarmiento y Alberdi.
En “Gualeguaychú y el río”, se detalla con precisión el desarrollo de todo el entorno institucional portuario de este período: la Aduana, la Subprefectura, el barrio y la calle Alem (antiguos comercios, escuela, plaza, capilla). También cómo fue que la ciudad se dio un formidable Parque natural a la vera del río, gracias a la donación de la familia Unzué. El desarrollo social de este espacio, que incluye el Camino de la Costa, las Playas, y la Isla Libertad. Se relata, además, toda la obra pública vinculada al curso de agua: el ferrocarril; el puente Méndez-Casariego; la Costanera; la creación de Obras Sanitarias (el proceso que va desde al aljibe al agua corriente); la historia de la Cámara de bombeo de las Lagunas Sanitarias y la cuestión del tratamiento de los efluentes industriales.
Un dato saliente: este período portuario coincide con la creación de la planta fabril que marcará historia en la ciudad: el Frigorífico Gualeguaychú. Inicio de la primera generación de industrias elaboradoras de materias primas, en este caso el ganado. Que se completó con la apertura de molinos y aceiteras, que agregaron valor a la producción granaría.
Los autores del libro destacan el carácter estratégico de la ubicación geográfica del frigorífico de exportación. “Su establecimiento junto al río y las condiciones que éste le brindaba le permitieron tener un muelle, y realizar los embarques de carne desde ahí, en sus propios barcos”, se lee. Desde el rio, en efecto, partían embarques hacia Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania e Israel.
Ocaso del puerto y nueva era
Reynoso y Guimera sitúan el eclipse del puerto de Gualeguaychú en las décadas de 1960/1970, cuando la comunicación fluvial fue reemplazada por las vías terrestres, algo que se acentuó con la construcción de los complejos viales (túnel Subfluvial Paraná-Santa Fe, puente Puerto Unzué-Fray Bentos y complejo ferrovial Brazo Largo-Zárate).
Es la época en la que Gualeguaychú emprende, por iniciativa de sus vecinos, la construcción de un Parque Industrial, que le agregó un nuevo perfil socioeconómico al histórico modelo agropecuario. Luego de que el puerto dejó de funcionar, el espacio fue afectado por la instalación de areneras, en la década del ‘80. Pero en 1997 la autoridad municipal dispone el traslado de esas empresas por razones ambientales. Entonces tiene lugar la reconversión del enclave como atractivo turístico. El Paseo del Puerto, así, pasa a ser un paraje que se integra al nuevo vector de la economía contemporánea: el turismo.
Las inundaciones
El libro dedica un espacio importante al registro de las inundaciones, que son la contracara de la relación benéfica de la ciudad con el río. La sociedad nativa lleva las marcas de estos eventos traumáticos, que se han sucedido a lo largo de la historia.
Entre las diversas causas de inundaciones en Gualeguaychú se destacan cuatro: 1- Por incrementos importantes en la escorrentía, consecuencia de grandes lluvias en la cuenca; 2- debido a variaciones en el régimen del río Uruguay; 3- como resultado de la presencia del viento sudeste o “sudestada”; 4- por transformaciones humanas en el entorno, por ejemplo en los campos que provocan que la tierra absorba mucho menos el agua de lluvia, o por urbanizaciones indebidas en la cuenca del rio. Con respecto a este último punto, podríamos decir que estos episodios representan la “venganza del río” por haber sido agredido por el hombre.
El río, testigo de hechos históricos
El libro, además, pasa revista a hechos significativos de la historia en los cuales el río ha sido protagonista. A saber:
• El arrojo Bellaco, que tiene su boca en las inmediaciones de la desembocadura del río Gualeguaychú, fue escenario de un combate, allá por enero de 1813, en cual las fuerzas criollas, comandadas por el capitán Gregorio Samaniego, impidieron el desembargo de españoles procedentes de Montevideo, que venían a sofocar la Revolución de Mayo.
• En septiembre de 1845, José Garibaldi desembarcó en Gualeguaychú, con un contingente de soldados extranjeros, e inició el asalto y saqueo de la villa. Un episodio de piratería que perdura en la memoria de la comunidad.
• En la Isla Libertad, en 1851, Justo José de Urquiza hizo preparativos para Caseros, reuniendo en el lugar al estado mayor del Ejército Grande, con la presencia de comandantes uruguayos y brasileños.
• El 18 de Noviembre de 1870 tuvo lugar el Combate de la Isla, entre fuerzas del Batallón “15 de Abril” que apoyaban la intervención nacional de la provincia decretada por Sarmiento, y las tropas jordanistas.
• El 27 de diciembre de 1903, el puerto y el río fueron escenario, con toda la pompa, del regreso a su ciudad natal del alférez José María Sobral, el primer argentino que pisó y exploró la Antártida.
• También el río y el puerto fueron el marco de visitas presidenciales y en 2006 se inició allí el movimiento ambientalista local vinculado a la lucha contra la pastera en Fray Bentos (ROU).
Marcelo Lorenzo