El Día del Animal se celebró por primera vez en la Argentina hace poco más de un siglo, para emular al Animal Sunday (Domingo del Animal) que los ingleses festejaban a principios de octubre. Aquel primer festejo se realizó el 2 de mayo de 1908, lo que lleva a preguntarse por qué desde hace un tiempo se celebra el 29 de abril.
Siempre se dijo que esta fecha fue impuesta en honor a Ignacio Lucas Albarracín, promotor de la primera ley de protección al animal, fallecido el 29 de abril de 1926; pero ahora se sabe que esa es una extraordinaria casualidad.
La idea de homenajear a los animales la promovió Albarracín, pero el día elegido no fue puesto en su memoria, sino casi 20 años antes.
En marzo de 1907, Albarracín comenzó a realizar gestiones para celebrar en Buenos Aires una Fiesta del Animal, ante el intendente porteño, Carlos S. de Alvear, y sería, según su idea, como la del Animal Sunday. Puesto que ya existía en el país una Fiesta del Árbol, parecía lógico extender el festejo al reino animal, así que el intendente Alvear consultó con Clemente Onelli, director del Jardín Zoológico, ya que éste era el sitio propuesto por Albarracín para que los escolares se congregaran a dar sus muestras de cariño. Pero Onelli aconsejó que no se eligiera octubre, porque aquí es primavera y tampoco en domingo, porque habría demasiada gente en el zoológico.
En orden a esto, el intendente firmó el 20 de abril de 1907 el decreto que creó la Fiesta del Animal, a celebrarse cada año en el Zoo, un día hábil entre el 20 y 30 de abril.
El Día del Animal, en suma, se celebra desde 1908 en la Argentina los 29 de abril debido a que ésa fue la fecha original de la primera convocatoria, y no por la muerte de Albarracín, ocurrida 18 años más tarde.
En 1977, la Liga Internacional de los Derechos del Animal lanzó su Declaración Universal de los Derechos del Animal que Naciones Unidas aprobó al año siguiente, y cuyo primer artículo recuerda que “todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos (que el hombre) a la existencia”.
En la Argentina, el primero en preocuparse por la conservación y protección de los animales fue el presidente Domingo Faustino Sarmiento, quien creó la Sociedad Protectora de Animales.
La ley 2786 de Protección al Animal, sancionada en 1891, estableció la obligación de respetarlos e impedir su maltrato y caza indiscriminada. Pero hoy, en el mundo, hay más de 16 mil especies en extinción y más de 700 ya extintas.
Para celebrar el Día del Animal, Agustina Micaela Collazo (Técnica superior en conservación, uso y control de los recursos naturales) nos describe cinco especies bien entrerrianas.
Carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris)
El carpincho o capibara es el roedor más grande del mundo, mide entre 50 y 62 cm y algunos ejemplares llegan a los 70 kg de peso. Se trata de un mamífero robusto que tiene un áspero pelaje de color marrón, una cola muy corta no visible, el hocico cuadrado -en el cual los machos presentan una protuberancia que los diferencian de las hembras-, orejas y ojos pequeños, patas cortas pero fuertes y dedos que están unidos por una membrana, lo que le brinda facilidad para moverse en el agua. Habita en toda la provincia de Entre Ríos, se lo encuentra principalmente en selvas y pastizales cercanos a cuerpos de agua. Debido a sus hábitos semiacuáticos es también conocido como “cerdo de río”. Es un ágil nadador y al sumergirse sólo podremos observar parte de su cabeza, además, también tiene la habilidad de bucear por varios minutos. Acostumbra a refrescarse en el agua y descansar en el pasto durante gran parte del día, pero a la mañana y al anochecer es cuando está más activo en busca de las plantas que forman parte de su dieta. Se relaciona en manadas conformadas por un macho dominante, varias hembras con orden jerárquico, crías y algunos machos subordinados. Cada grupo tiene su territorio y cuando un individuo de otro clan lo invade se producen enfrentamientos. En los senderos y caminos que esta especie frecuenta se suelen encontrar sus fecas ovaladas de color verdoso. Para comunicarse con otros de su misma especie usa señales como gruñidos, silbidos, saltos y erizamiento del pelo. Se reproduce durante todo el año, pero es una actividad frecuente durante primavera y verano. En el cortejo el macho persigue y olfatea a la hembra, que luego va hacia el agua para zambullirse y esperar al macho para realizar la cópula, que luego de unos meses traerá como resultado el nacimiento de dos a siete crías. Esta especie llega a vivir 10 años en estado silvestre.
Su estado de conservación es bueno, a nivel nacional está catalogado como de preocupación menor. Sin embargo, en algunas zonas del país las poblaciones disminuyeron debido a la caza para consumo de carne y el uso de su cuero para marroquinería. Por esta razón, en Entre Ríos está protegido por la Ley Provincial de Caza Nº 4841.
Yacaré overo (Caiman latirostris)
El yacaré overo o yacaré ñato es una de las dos especies de cocodrilos que viven en nuestro país. Los ejemplares adultos son de color verde con manchas negras y amarillas en el lomo y un color claro en el vientre. En su imponente figura se destacan la musculatura de la cola y el cuerpo robusto, que en los machos adultos puede llegar a medir más de dos metros y medio de largo. Habita en los ríos, lagunas, esteros y riachos de poca profundidad y con abundante vegetación, lo que le permite camuflarse y pasar desapercibido ante presas y depredadores. Para realizar sus actividades, prefiere las temperaturas cálidas; durante el invierno, en cambio, se limita a moverse solamente para exponerse al sol o sumergirse. El apareamiento del yacaré overo se produce en el agua y luego de la fecundación la hembra se aleja para construir su nido con vegetación, tierra, arena y deyecciones, en el cual pone aproximadamente 35 huevos, pero sólo la mitad logran eclosionar debido a factores como sequía, inundación o depredación. Lo curioso de este grupo animal es que el sexo del embrión depende de la temperatura de la incubación, siendo machos aquellos que reciban más calor. La dieta del yacaré overo es carnívora y con sólo abrir la boca en el agua puede atrapar moluscos, crustáceos, anfibios, otros reptiles y pequeños mamíferos. La única especie que naturalmente depreda sobre esta es el yaguareté, cuya población ha disminuido por causas humanas y ya no se encuentra en nuestra provincia.
Si bien se lo caza para consumo de carne, huevo y uso de su piel, afortunadamente esta especie en la actualidad no posee grado de amenaza en nuestro país. De todas maneras, en Entre Ríos está protegido por la Ley Provincial de Caza Nº 4841.
Mulita pampeana (Dasypus hybridus)
La mulita pampeana, también conocida como mulita orejuda, es un pequeño armadillo que se distingue por tener orejas y cola cortas, además de que su caparazón es color marrón grisáceo con bandas móviles.
Se distribuye en los pastizales de nuestra provincia y vive en cuevas que ella misma acondiciona excavando el suelo y acondicionándolas con pasto y hojas secas. No posee una gran visión, sin embargo, sus sentidos más destacables son el olfato y la audición, que utiliza principalmente a la hora de buscar comida por el terreno. Si bien es omnívora, acostumbra a excavar agujeros o túneles para introducir su lengua en busca de hormigas y otros invertebrados, lo que pone en evidencia su gran rol como controladora de plagas.
La temporada reproductiva comienza en marzo y luego de siete meses nacen sus crías que serán todas genéticamente idénticas y del mismo sexo, es decir, gemelas.
Tiempo atrás era una especie abundante y común de observar, sin embargo, actualmente se la considera casi amenazada en Argentina debido a la pérdida y degradación de hábitat por actividades agrícolas y urbanización, la caza ilegal para consumo de su carne, la depredación por perros y el atropellamiento en rutas.
Cardenal amarillo (Gubernatrix cristata)
El cardenal amarillo es un ave granívora perteneciente a la familia de los jilgueros, corbatitas, cardenales y chingolos. Mide aproximadamente 18 cm y se caracteriza por ser de color amarillo, con un notable copete negro y la espalda estriada de color oliva y negro, además de distinguirse por su armonioso canto. El macho luce plumas amarillas como el oro y en las hembras, en cambio, son amarillo grisáceas. Esta especie habita exclusivamente en el ambiente de espinal de América del Sur, desde el sur de Brasil hasta el centro de Argentina y Uruguay. En nuestra provincia habita principalmente en la mitad noroeste, en los bosques de ñandubay, tala, molle, coronillo y algarrobo, árboles en los cuales hace su nido en forma de taza.
Lamentablemente el cardenal amarillo se encuentra en peligro debido principalmente a la captura de ejemplares machos -quienes cantan mejor y tienen el plumaje más vistoso-, pero también afecta en las poblaciones la pérdida y fragmentación de su hábitat natural por el desmonte para agricultura y la fumigación con agrotóxicos. Debido a esta alarmante situación, la provincia de Entre Ríos lo declaró Monumento Natural mediante el decreto 4933/02 a fin de proveerlo del mayor nivel de protección jurídica posible.
Lobito de río (Lontra longicaudis)
El lobito de río es un mamífero que pertenece a la familia de los zorrinos y hurones. Se distingue por tener el cuerpo alargado, patas cortas con membranas entre los dedos para facilitar su movilidad en el agua, cabeza pequeña con orejas chicas y redondeadas y una cola que puede llegar a medir más de medio metro en machos adultos. Su pelaje -que está dispuesto en dos capas para facilitar el aislamiento térmico- es de color marrón oscuro en el dorso, más claro en el vientre y la parte de la garganta es amarillenta. Pesa en promedio 15 kg y mide desde el hocico hasta la cola entre 50 y 79 cm. Habita en toda la provincia de Entre Ríos y está íntimamente relacionado a cuerpos de agua como bañados, arroyos, ríos, esteros y lagunas, en cuyas barrancas hace su refugio. Es de hábitos semiacuáticos, pues se lo reconoce como un gran nadador que logra mover de manera ondulada su cuerpo y su cola, además de bucear por algunos segundos, y cuando está en tierra camina en sus cuatro patas pero tiene también la habilidad de pararse en dos de ellas para observar a su alrededor con un ángulo mayor de visión. De costumbres diurnas, el lobito de río suele estar solo y se comunica con otros de su misma especie mediante gruñidos, sonidos más agudos y marcas con fecas en algunas superficies como vegetación y piedras. Se lo considera un depredador tope ya que se alimenta tanto en el agua como en la tierra y su dieta se basa principalmente en peces, moluscos y crustáceos, pero también ingiere mamíferos pequeños, reptiles, insectos y aves, además es consumidor de frutos dispersando luego las semillas mediante sus eyecciones. En ocasiones, se lo puede ver también aseando su pelo y descansando en cuevas y huecos de los árboles. Se reproducen generalmente en primavera y en cada gestación -que dura más de dos meses- nacen normalmente dos o tres crías, que se independizan al cabo de un año.
Debido a la pérdida y degradación de su hábitat natural, la contaminación del agua con agrotóxicos y metales pesados que este animal incorpora a través de su alimentación, la disminución de sus presas por estos motivos, el atropellamiento en rutas y la matanza de ejemplares por considerarlo competencia en la pesca, el lobito de río se encuentra catalogado como “especie casi amenazada” en nuestro país; en Entre Ríos está bajo la protección de la Ley de Caza Nº 4841.