La fundación de la villa de San José de Gualeguaychú, en el siglo XVIII, surgió en el marco de una decisión estratégica del poder español: el control fronterizo frente al avance principalmente lusitano.
Producida la conquista europea de América, el sistema fluvial del Plata fue un vasto espacio de disputa entre las monarquías de España y Portugal, interesadas en la ocupación de las nuevas tierras y en el aprovechamiento de sus recursos naturales. El litoral geográfico devino así en una frontera inestable atravesada por este conflicto.
Los historiadores señalan que en realidad los españoles estuvieron concentrados en los primeros dos siglos en la ruta a Potosí. Y esto porque por ella circulaba la plata que extraían de las minas altoperuanas y que trasladaban a Buenos Aires para embarcarlas hacia España.
El único territorio que importaba, entonces, era el comprendido por este corredor plateado, la llamada línea Buenos Aires-Potosí. El que primero percibió la importancia del actual territorio entrerriano fue el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Este militar vasco advirtió que la mejor estrategia para oponer frente a las pretensiones portuguesas sobre el Plata, consistía en promover la formación de núcleos urbanos en estos territorios mesopotámicos. Fue él quien impulsó la creación en 1730 de la parroquia de La Bajada (Paraná), aunque no pudo avanzar más por la oposición de los cabildantes de Santa Fe, quienes no querían la creación de un nuevo poder territorial.
Su preocupación por la frontera oriental había llevado a Zabala a fundar en 1726 la ciudad de Montevideo, una reacción ante la fundación portuguesa en 1680 de Colonia del Sacramento. Y se le atribuye, además, la polémica política de doblegar a los grupos indígenas que habitaban estas regiones.
La colonización del territorio entrerriano llevó varios años por la resistencia aborigen, que cedió recién en 1749, cuando tuvo lugar la batalla del cerro de La Matanza (Victoria). Desde entonces, numerosos vecinos españoles y criollos radicados en Paraná y Santa Fe comenzaron a desplazarse en forma paulatina hacia el interior del territorio entrerriano, llegando así a las costas del río Uruguay, a donde ya se habían establecido moradores procedentes de Buenos Aires y Corrientes.
La creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata supuso un giro decisivo de la política española en esta parte del mundo. Con esta decisión el monarca Carlos III ponía un freno a los intentos expansivos de potencias como Portugal e Inglaterra.
Se trataba de crear un centro político-militar capaz de movilizarse con eficacia ante cualquier alternativa tendiente a menoscabar el poder español. En 1777 se da carácter definitivo al virreinato con la designación como virrey de Juan José de Vértiz y Salcedo.
En este nuevo contexto geopolítico, dos personalidades relevantes tuvieron luego una influencia determinante en la historia de Gualeguaychú. La primera de ellas fue el franciscano Sebastián Malvar y Pinto. Tras una visita pastoral por la zona, este obispo prometió a los vecinos convertir la capilla existente en parroquia, lo que tuvo lugar en 1780, forzando al virrey a fundar luego la villa.
La otra figura significativa fue el teniente de Dragones Tomás de Rocamora, a quien se le encomendó la organización del territorio y de la defensa regional. Fue por eso que plantificó la villa de San José de Gualeguaychú el 18 de octubre de 1783.
Marcelo Lorenzo