La primera promoción de maestras de la Escuela Normal de Gualeguaychú

La piedra fundamental, que simbolizó los inicios de la construcción del edificio de la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” de Gualeguaychú, fue colocada el 5 de enero de 1908 y, para tal fin, asistió a la ceremonia el Gobernador de Entre Ríos, Dr. Faustino Parera. En ese acto protocolar se entonaron las estrofas del Himno Nacional cantado por alumnos del establecimiento y acompañados por la banda de música; se leyó el Acta de colocación de la piedra y dieron sus discursos el Ministro de Hacienda e Instrucción Pública, Dr. Prócoro Crespo; el Director General de Escuelas de la Provincia, Profesor Manuel Antequera y el Dr. Luis María Daneri en representación del grupo de vecinos que promovía la creación de dicha institución educativa.

Los ingenieros Juan O. Buschiazzo e hijos (los mismos que se encargaron de otras obras en Gualeguaychú como Hospital Centenario, la escuela Rawson y el Palacio Clavarino) proyectaron el edificio y sus constructores fueron los señores Volpe y Gagger, de la ciudad de Paraná. Para construir la escuela el gobierno de la Provincia adquirió la propiedad y luego se la vendió a la Nación (vale aclarar que hasta mediados de 1990, las escuelas normales pertenecieron al gobierno nacional). El profesor Alfredo Villalba, según El Noticiero del 22 de febrero de 1910, fue el  representante del gobierno de la Nación para firmar el contrato con el ministro de hacienda de la Provincia de Entre Ríos, Dr. Prócoro Crespo “(…) y todo lo relacionado con la venta de los edificios que ocuparon las escuelas superiores de Gualeguay y Concordia (…)”.

Las clases comenzaron en el edificio de la escuela mixta superior N° 1 que al año siguiente, en 1911, tomó el nombre de “Guillermo Rawson” mediante resolución del Consejo General de Educación de Entre Ríos. La ubicación del terreno de esta escuela tenía sus antecedentes en la fundación de la Villa San José de Gualeguaychú al igual que la asignación de diferentes lotes para las instituciones centrales del período colonial como el cabildo, la iglesia y la comandancia. Sin embargo, sus primeros pasos en el ámbito educativo los encontramos hacia 1830.

Las aulas destinadas para el curso de magisterio ocupaban el ángulo SE del edificio, es decir, frente a la Plaza San Martín. El Noticiero registró la crónica de los inicios de clases. “Esa primera habitación provisoria obligó a carecer de las comodidades inherentes a una casa de estudios, entre ellas la luz, de tal manera que cumpliéndose el horario en un doble turno, la última hora de la tarde tuvo que transcurrir a veces en una semipenumbra un poco atenuada por la iluminación del foco de la calle”.

No obstante las demoras iniciales en la construcción del edifico de la Normal, el cual, tenía la forma de una E y su puerta principal de ingreso por calle Gervasio Méndez, la estudiantina de la primera promoción egresó cursando en su propio establecimiento. Así es que, para 1913, egresaron las primeras maestras: Magdalena Audiffred, Amalia Barbosa, América Barbosa, Amalia Bellone, Atlántida Borzone, María Frávega, María Fuentes, Alba Hermelo, Emilia Muñoz, Julia Puccio, María L. Queirolo, Carlota Rivas, Magdalena Zamacoits, Elvira Secchi, y Luisa Venturino.

Para esa época hubo intensos debates acerca del rol de las mujeres tanto en educación como en el ámbito político y laboral en general. En muchos sectores políticos, incluyendo diversos planteos pedagógicos, no estaban de acuerdo con que la docencia y la conducción escolar estuviera principalmente representada por mujeres.  En este sentido, Leopoldo Lugones, quien al dedicarse al “Personal Directivo” en su serie de artículos pedagógicos publicados en el Monitor (Revista oficial del Ministerio de Instrucción Pública Nacional), se opone explícitamente al ejercicio femenino de la dirección. Las razones que expone enfatiza la “falta de ecuanimidad” de las mujeres; su proceder “impulsivo”; la “rivalidad” que establecen con las otras docente por la apariencia física o la elegancia. Paralelamente, resalta “sus virtudes” para ser maestras de grado debido a la afectividad, cercanía con la infancia y una “inteligencia dominada por el corazón” como planteaba Sarmiento.

Desde sus inicios y durante las primeras décadas de la formación y el ejercicio de la docencia, las normativas fueron muy abusivas por parte del normalismo como encuadre pedagógico y avasallantes por parte del Estado como empleador y ejecutante del modelo educativo. No hubo estabilidad laboral, ni salarial y hasta se les negó el derecho de casarse a las docentes. Quizás, ese sea el origen de la palabra “señoritas” para referirnos a las maestras.

Durante varios años las discusiones giraron a favor o en contra de la posibilidad de que las docentes fuesen inspectoras, directivas o ejercieran cargos políticos afines. Inclusive en el ámbito universitario, la presencia, permanencia y el egreso de las mujeres como profesionales generaron intensos debates.


Marcos Henchoz
Historiador y autor del libro Historia de la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” (1910/2010)

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