El delta entrerriano, entre los ríos Paraná y Uruguay, fue uno de los tantos destinos que tuvieron los cuerpos de los militantes detenidos y desaparecidos durante la última dictadura militar en Argentina. Por sus condiciones geográficas y también sociales fue “el lugar perfecto” para esconderlos, pero como la verdad siempre sale a la luz y hay quienes entienden el periodismo como ese oficio de levantar piedras y encontrar monstruos, que describía Saramago, Fabián Magnotta investigó el tema y reunió numerosos e impactantes testimonios de isleños sobre hallazgos, pero además –y por primera vez- sobre los lanzamientos efectuados durante los vuelos.
“Mi oficio es levantar piedras, no es mi culpa si debajo de esas piedras lo que encuentro son monstruos”
La frase de José Saramago encaja a la perfección para hablar de investigaciones periodísticas como la realizada por Fabián Magnotta en el delta entrerriano, una piedra que nadie se había atrevido a remover, ya que durante años se ha señalado que muchos detenidos habían sido lanzados al Atlántico o al Río de la Plata. La investigación de Magnotta agrega un nuevo vertedero de cuerpos, a unos 20 minutos en vuelo desde Buenos Aires.
“Los lugareños explicaron que en algunos lugares el agua del río llega a 60 metros de profundidad. Desde el cielo se observa además enormes área de pantanos, capaces de absorber un cuerpo en segundos. Y luego hay montes, prácticamente impenetrables, donde un cuerpo humano puede fácilmente desaparecer”, ha explicado el autor.
«Yo recuerdo haber visto cadáveres en el Río Bravo (un brazo del delta del Paraná) que eran tirados desde aviones. Los encontraban enredados en los juncales», dijo a BBC Marcos Queipo, un mecánico que vivió toda su vida en la zona. Queipo abrió varios de estos «bultos». Todos tenían un cuerpo sin vida. Jóvenes en su mayoría. También muchos con las manos atadas. «De tanto encontrar bultos con cuerpos ya dejé de revisarlos en el río. Ya sabía qué eran», señaló.
Los testigos coinciden en que a veces veían vuelos todos los días. Sobre todo en los primeros años de gobierno militar, entre 1976-1978.
Magnotta, en su libro titulado “El lugar perfecto”, hace también una relación entre el delta y la ESMA ya que Emilio Massera, el fallecido almirante a cargo del centro de detención, era oriundo de Entre Ríos, y solía pasar vacaciones en el delta, conocía bien el lugar.
La punta del ovillo
En una entrevista realizada al autor por Boletín Isleño, Fabián Magnotta cuenta que el primer testimonio le llegó a fines de 2003. Era el relato de un policía que trabajó en Villa Paranacito, que dijo que una novia suya le había contado sobre el hallazgo de un tambor de gasoil de 200 litros, con un cuerpo en su interior tapado con cemento y la cabeza afuera. En la ocasión, los pocos isleños que encontraron el cuerpo en el barril, le dieron cristiana sepultura.
“A partir de allí salí a buscar más testimonios y pasaron varios años, hasta que en 2010 ocurrió algo que fue decisivo: Resulta que un juez de Gualeguaychú estaba investigando la muerte confusa de un poblador en el río Paraná Bravo, y para ello citó a un testigo, un obrero del monte. Una vez que le tomó declaración sobre el episodio, le preguntó si recordaba que en alguna otra época hubieran aparecido cuerpos en el río… y el hombre dijo que sí, que en la época de los militares eso era común, y contó que él mismo encontró cuatro cuerpos frente a su casa, y cuando fue a denunciar en Prefectura le preguntaron si alguno era pariente suyo, porque en caso contrario no tenía nada que denuncia”.
Ante esta revelación, el periodista comprendió dos cosas: “Por un lado, me confirmó la dimensión que había tenido el tema de los vuelos de la muerte en el Delta entrerriano. Y en segundo lugar, pensé que debía profundizar la investigación y publicarla, ya que yo tampoco era dueño de esa historia… Es como que la historia me fue encontrando porque quería flotar…y yo pensaba que el principal obstáculo sería el paso del tiempo, pero el principal obstáculo fue el silencio, el miedo que aún perdura en muchos testigos”.